Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Sor Juana Inés de la Cruz
SILVIA DABUL
Silvia Dabul nació en Mendoza, se graduó como Licenciada en Piano en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Vive en Buenos Aires y es invitada regularmente a los principales ciclos y salas del país. Se ha presentado también en Uruguay, Paraguay, Sudáfrica, Francia y Alemania. Grabó dos CD con música para dos pianos y piano a cuatro manos (Clásica), la obra completa de Kim Helweg para dos pianos y percusión (Focus Recording), Parajes (IRCO), canciones de compositores argentinos sobre textos de su autoría y Mélanges (l´Empreinte digitale, francia). Trabaja como profesora de piano en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla.
Como poeta, publicó Lo que se nombra (Ediciones en Danza 2006), Cultivo de especias (Ediciones en Danza 2011). Ha sido incluida en diversas antologías.
Es autora del Diario del Otro Lado, publicación digital in progress de 20 cuadernos de sueños registrados desde 2012.
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29.12.11
11.12.11
Cultivo de especias, música y vino
Prólogo de Cultivo de especias
Nada es lo que parece. Aún cuando se supone que en poesía toda explicación es inconveniente o redundante, en algún momento creí necesario hacer algún tipo de aclaración sobre este trabajo y con ese fin había reservado esta página. Hoy no estoy tan segura, un libro es más volátil que el humo y que los pájaros.
Las tres partes reunidas en Cultivo de especias son muy distantes entre sí, no tanto en el tiempo, sino en la cualidad o impulso que define a cada una.
Cruz de piedra es un paraje en el campo en el que solía pasar largas temporadas en mi niñez. Son textos impregnados de la presencia, la ausencia más bien, de muertos familiares. Mis abuelas, mi padre y el vago recuerdo de una lengua que me fascinaba y no comprendía circulan por ellos.
Los poemas de Fin de análisis fueron escritos durante los meses previos al final de esa práctica terapéutica. La coincidencia es sólo temporal, no podría precisar hasta qué punto el motor de ciertos sueños y soliloquios está presente. Son desprendimientos, gajos de ese ejercicio de introspección a veces lacerante, a veces gélido que implica el psicoanálisis.
Estrategia de vigías es la breve crónica de una pasión intermitente. La imposibilidad y frustración que caracterizan toda historia romántica fallida hicieron de disparador de preguntas sobre el acto de crear y su propia carga de imposibilidad y frustración. Muy a mi pesar el tono es algo humorístico, me hubiera gustado saber darle un tinte más dramático, pero ya sabemos: nada es lo que parece, la poesía no es voluntariosa y un
libro es más impredecible que el humo y que los pájaros.
S.D.
25.11.11
En trance colectivo
El texto que sigue es parte de la invitación a participar el próximo martes y miércoles de Vexations de Satie. Estarán allí gran cantidad de amigos y colegas muy queridos. Los horarios de la que suscribe son 11.50 y 18.40.
29 y 30 de noviembre, Sala Casacuberta del Teatro San Martín.
Vejaciones será la obra con la cual el Ciclo de Conciertos del San Martín cerrará su 15º edición y por lo tanto constituye una celebración en sí misma. La función tendrá lugar entre las 22.30 horas del martes 29 de noviembre, hasta las 20.30 hs del miércoles 30 en la Sala Casacuberta.
También, además de los quince años del ciclo, se cumplen diez de la presentación del evento Vejaciones x 8 que en Septiembre del 2001 organizó el Centro de Estudiantes del Conservatorio López Buchardo, para rechazar el recorte a la educación pública que por esos días constituía una práctica común.
Se interpretó en esa oportunidad la obra de Eric Satie durante 7 días y sus respectivas noches.
Para nosotros, hoy, la obra está ligada a los avatares, los equívocos, las aceptaciones o rechazos que puede sufrir la música nueva y, también, a su valorada contingencia: fue Satie quien compuso “música de amoblamiento”, creada para que nadie la escuche.
Esta obra, escrita en 1895, tuvo su primera audición pública justamente en manos de John Cage en 1963. Hubo de esperar 68 años para que se hiciera pública y sucedió como efecto de un acto personal, y militante.
Vexations es una obra que tiene 153 notas. Un fragmento musical que debe tocarse, según pedido del compositor, ochocientas cuarenta veces.
Las Vejaciones corresponden al final del período místico o esotérico de Satie, que se inicia con la adhesión del compositor a la orden Rosacruz.
Una “música perpetua” que siempre recomienza, exige al intérprete cierta preparación, que en palabras de Satie, se trata de “el mayor silencio” y de “severas inmovilidades”. Casi una invitación a entrar en trance.
En la versión que se escuchará en la Casacuberta, participarán aproximadamente ochenta pianistas, que, relevándose, propondrán entonces un trance colectivo.
El pianista que iniciará la serie será Christian Wolff y quien la termine Margarita Fernández. Entre uno y otro, participarán pianistas muy queridos, algunos que fueron parte de conciertos en estos quince años, algunos amigos, algunos colegas.
Vejaciones se presentó por primera vez en la sala Casacuberta del Teatro San Martín en el año 1988, en una velada dirigida por Adriana de los Santos, en la que participaron entre otros Pedro Aznar, Gerardo Gandini, el Cuchi Leguizamón, Leo Masliah y Atilio Stampone, y que dio origen a un inolvidable texto alusivo de Ricardo Zelarrayán.
Como se ve Vejaciones ya forma parte también de nuestra compleja, rica y movediza tradición cultural.
29 y 30 de noviembre, Sala Casacuberta del Teatro San Martín.
Vejaciones será la obra con la cual el Ciclo de Conciertos del San Martín cerrará su 15º edición y por lo tanto constituye una celebración en sí misma. La función tendrá lugar entre las 22.30 horas del martes 29 de noviembre, hasta las 20.30 hs del miércoles 30 en la Sala Casacuberta.
También, además de los quince años del ciclo, se cumplen diez de la presentación del evento Vejaciones x 8 que en Septiembre del 2001 organizó el Centro de Estudiantes del Conservatorio López Buchardo, para rechazar el recorte a la educación pública que por esos días constituía una práctica común.
Se interpretó en esa oportunidad la obra de Eric Satie durante 7 días y sus respectivas noches.
Para nosotros, hoy, la obra está ligada a los avatares, los equívocos, las aceptaciones o rechazos que puede sufrir la música nueva y, también, a su valorada contingencia: fue Satie quien compuso “música de amoblamiento”, creada para que nadie la escuche.
Esta obra, escrita en 1895, tuvo su primera audición pública justamente en manos de John Cage en 1963. Hubo de esperar 68 años para que se hiciera pública y sucedió como efecto de un acto personal, y militante.
Vexations es una obra que tiene 153 notas. Un fragmento musical que debe tocarse, según pedido del compositor, ochocientas cuarenta veces.
Las Vejaciones corresponden al final del período místico o esotérico de Satie, que se inicia con la adhesión del compositor a la orden Rosacruz.
Una “música perpetua” que siempre recomienza, exige al intérprete cierta preparación, que en palabras de Satie, se trata de “el mayor silencio” y de “severas inmovilidades”. Casi una invitación a entrar en trance.
En la versión que se escuchará en la Casacuberta, participarán aproximadamente ochenta pianistas, que, relevándose, propondrán entonces un trance colectivo.
El pianista que iniciará la serie será Christian Wolff y quien la termine Margarita Fernández. Entre uno y otro, participarán pianistas muy queridos, algunos que fueron parte de conciertos en estos quince años, algunos amigos, algunos colegas.
Vejaciones se presentó por primera vez en la sala Casacuberta del Teatro San Martín en el año 1988, en una velada dirigida por Adriana de los Santos, en la que participaron entre otros Pedro Aznar, Gerardo Gandini, el Cuchi Leguizamón, Leo Masliah y Atilio Stampone, y que dio origen a un inolvidable texto alusivo de Ricardo Zelarrayán.
Como se ve Vejaciones ya forma parte también de nuestra compleja, rica y movediza tradición cultural.
21.11.11
La enfermedad de los escritores y las balas de Gurdjieff
Casi todos los libros que he acertado a leer en mi vida comenzaban con un prefacio.
De modo que en este caso, también yo debo empezar con algo por el estilo.
Digo “por el estilo”, debido a que, en general, en el transcurso de mi vida, desde el momento en que comencé a distinguir un varón de una niña, nunca hice nada, absolutamente nada como lo hacen los demás bípedos. Por lo tanto, debo ahora, al escribir —y quizás esté incluso, en principio, obligado a ello— comenzar en forma distinta a aquella en que lo hubiera hecho cualquier otro autor. En todo caso, dejando de lado el prefacio convencional, voy a comenzar simplemente con una advertencia.
Los escritores profesionales suelen redactar estas introducciones
Los escritores profesionales suelen redactar estas introducciones dirigiéndose al lector por medio de toda clase de frases grandilocuentes, melosas e infladas.
Sólo en este punto habré de seguir su ejemplo, empezando yo también con algunas frases dirigidas al lector, pero tratando de no hacerlas demasiado azucaradas, como ellos suelen hacerlo por razón especialmente de su maligna sabihondez, mediante la cual deslumbran la sensibilidad de los lectores más o menos normales.
Por lo tanto... mis queridos, honorabilísimos, voluntariosos y —claro está— pacientes Señores y mis estimadísimas, encantadoras e imparciales Señoras —perdonadme, olvidaba lo más importante— ¡mis de-ningún-modo histéricas Señoras! tengo el alto honor de informaros que si bien, debido a ciertas circunstancias surgidas en una de las últimas etapas del proceso de mi vida, me dedico actualmente a escribir libros, no sólo jamás he escrito libro alguno durante toda mi vida ni trabajos de esos que llaman “artículos”, sino que tampoco he escrito siquiera una carta donde fuera inevitable observar lo que se llaman reglas gramaticales y, en consecuencia, aunque estoy a punto de convertirme en escritor profesional, como no he tenido en absoluto práctica alguna en lo concerniente a todas las reglas y procedimientos profesionales establecidos, o en lo concerniente a lo que suele llamarse la “lengua literaria de buen tono”, me veo forzado a escribir en forma totalmente distinta a la que los escritores patentados suelen usar, forma ésta con la cual el lector debe hallarse tan familiarizado como con su propia cara.
A mi entender, tu principal inconveniente, lector, en este caso, quizás se deba principalmente al hecho de que ya en la más temprana infancia implantaron en tu ser, armonizándose más tarde en forma ideal con tu psiquismo general, un excelente automatismo funcional para percibir cualquier clase de impresión nueva; y gracias a esta bendición no necesitas ahora, durante tu vida responsable, realizar el menor esfuerzo individual en ese sentido.
Si he de hablar con franqueza, diré que yo, en mi interior, discierno personalmente el centro de mi confesión, no en mi falta de conocimiento acerca de todas las reglas y procedimientos seguidos por los escritores, sino en mi carencia de lo que he llamado “lengua literaria de buen tono”, invariablemente exigida en la vida contemporánea, no sólo a los escritores, sino también a cualquier mortal ordinario.
En cuanto a aquélla, es decir, a mi falta de conocimientos acerca de las diferentes reglas y procedimientos literarios, debo declarar que no me preocupa mucho.
Y si no me preocupa, ello se debe a que esta ignorancia ya ha ingresado a la vida de la gente, entrando a formar parte de cierto orden de cosas. Así surgió esta bendición que ahora florece por toda la superficie de la Tierra, gracias a esa nueva y extraordinaria enfermedad que en los últimos veinte o treinta años, por una u otra razón, ha hecho presa especialmente en la mayor parte de aquellas personas —pertenecientes a cualquiera de los tres sexos— que acostumbran a dormir con los ojos entreabiertos y cuyos rostros constituyen suelo fértil para el crecimiento de toda clase de granos.
Esta extraña enfermedad se manifiesta en que, si el paciente tiene algo de literato y se le pagan tres meses de sueldo por adelantado, él (ella o ello) empieza a escribir invariablemente, o bien un artículo, o un libro entero.
Puesto que conozco perfectamente esta nueva enfermedad humana y su epidémica difusión sobre la Tierra, tengo derecho, como vosotros comprenderéis, a suponer que estaréis inmunizados —tal como dicen los doctores— y que, por lo tanto, no os indignaréis demasiado por mi ignorancia de las reglas y procedimientos literarios.
Relatos de Belcebú a su nieto
G. I. Gurdjieff
26.7.11
La fuente subterránea
Capacidad de amar (Freud), capacidad de soñar (Winnicott), capacidad depresiva (Fédida); en todo esto veo un mismo origen: el hueco (prefiero esta palabra a "falta", convertida en verdadero objeto de culto).
Todas estas capacidades solo tienen oportunidad de realizarse cuando uno acepta acercarse a ese hueco, a ese silencio y luego hundirse en él, corriendo el riesgo de rozar el abismo, pero con la esperanza de encontrar allí una fuente subterránea.
J.B. Pontalis, Al margen de las noches (2011)
Todas estas capacidades solo tienen oportunidad de realizarse cuando uno acepta acercarse a ese hueco, a ese silencio y luego hundirse en él, corriendo el riesgo de rozar el abismo, pero con la esperanza de encontrar allí una fuente subterránea.
J.B. Pontalis, Al margen de las noches (2011)
4.6.11
Bachblüten/ Fleurs de Bach/ Flores de Bach
Flehingen, 3 de junio 2011
Paris 10/06 (19.30)
Buenos Aires 23/06 (19.00)
Tres canciones (2011, texto anonym/Ausonio)
Santiago Santero
Studio di Urien (2010, texto André Gide)
Lucia Ronchetti
Ich freue mich auf meinen Tod
(Kantate BWV 82) Due Nuove Melodie
Historias sin palabras ( 2011, texto Roland Barthes)
Marcelo Delgado
La muerte de Elena
Endlich wird mein Joch (Kantate BWV 56)
J.S. Bach
Guillermo Anzorena: barítono
Raquel Dottori: oboe y corno inglés
Silvia Dabul: piano
Stuttgart 05/06 (19.30)
Musik der Jahrhunderte
Conservatoire Erik Satie
Auditorio J.L.Borges Biblioteca Nacional
Programa
Ich habe genug (Kantate BWV 82)
J.S.Bach
J.S.Bach
Santiago Santero
Lucia Ronchetti
(Kantate BWV 82)
J.S.Bach
II (Texto P.P. Pasolini)
Salvatore Sciarrino
Marcelo Delgado
(de la ópera “La ciudad ausente” texto Ricardo Piglia)
Gerardo Gandini
Endlich wird mein Joch (Kantate BWV 56)
J.S. Bach
1.5.11
L'âge l'éclair la main et la feuille
La edad tiene manos de flecha
la edad es una planta
que habla como un pájaro desnudo
y tiende trampas de luz
El relámpago empuja una mano desnuda
el relámpago habla de la edad sin ojos
y saluda a las flechas desnudas
que vienen del corazón del vacío
La mano es blanca como una pluma de planta
la mano es blanca como una hoja de pájaro
la mano lleva una campana que duerme
en el espacio mudo
y se posa sobre un relámpago adormecido
La hoja es un corazón mudo
la hoja olvida que duerme
habla como campana vacía
y despierta a los pájaros blancos
que cayeron en una trampa de edad
las hojas intercambian ojos
las hojas son blancas
como la edad la luz y el espacio
Jean Arp (1887-1966)
l'âge a des mains de flèche /l'âge est une plante /qui parle comme un oiseau nu /et tend des pièges de lumière
l'éclair pousse sur une main nue / l'éclair parle de l'âge sans yeux / et salue les flèches nues /qui viennent du cœur du vide
la main est blanche comme une plume de plante /la main est blanche comme une feuille d'oiseau
la main porte une cloche dormante /par l'espace muet /et se pose sur un éclair endormi /la feuille est un cœur muet
la feuille oublie qu'elle dort /elle parle comme un cloche vide /et réveille les oiseaux blancs
qui sont tombés dans un piège d'âge /les feuilles échangent des yeux /les feuilles sont blanches /comme l'âge la lumière et l'espace
la edad es una planta
que habla como un pájaro desnudo
y tiende trampas de luz
El relámpago empuja una mano desnuda
el relámpago habla de la edad sin ojos
y saluda a las flechas desnudas
que vienen del corazón del vacío
La mano es blanca como una pluma de planta
la mano es blanca como una hoja de pájaro
la mano lleva una campana que duerme
en el espacio mudo
y se posa sobre un relámpago adormecido
La hoja es un corazón mudo
la hoja olvida que duerme
habla como campana vacía
y despierta a los pájaros blancos
que cayeron en una trampa de edad
las hojas intercambian ojos
las hojas son blancas
como la edad la luz y el espacio
Jean Arp (1887-1966)
l'âge a des mains de flèche /l'âge est une plante /qui parle comme un oiseau nu /et tend des pièges de lumière
l'éclair pousse sur une main nue / l'éclair parle de l'âge sans yeux / et salue les flèches nues /qui viennent du cœur du vide
la main est blanche comme une plume de plante /la main est blanche comme une feuille d'oiseau
la main porte une cloche dormante /par l'espace muet /et se pose sur un éclair endormi /la feuille est un cœur muet
la feuille oublie qu'elle dort /elle parle comme un cloche vide /et réveille les oiseaux blancs
qui sont tombés dans un piège d'âge /les feuilles échangent des yeux /les feuilles sont blanches /comme l'âge la lumière et l'espace
8.4.11
Saint Kabir
No soy piadoso ni malvado,
no me atengo a la ley ni a los sentidos,
no soy orador ni oyente,
no soy sirviente ni amo;
no soy esclavo ni gobierno,
no me encadeno ni soy libre,
no siento apego ni desapego.
De nadie estoy cerca ni lejos.
No iré al cielo ni al infierno.
Tengo todos los oficios
y sin embargo estoy al margen.
Pocos abarcan lo que digo
y quien lo comprende
permanece quieto.
Kabir (1440-1518)
Cánticos a la esencia (versión Reynaldo Jiménez)
no me atengo a la ley ni a los sentidos,
no soy orador ni oyente,
no soy sirviente ni amo;
no soy esclavo ni gobierno,
no me encadeno ni soy libre,
no siento apego ni desapego.
De nadie estoy cerca ni lejos.
No iré al cielo ni al infierno.
Tengo todos los oficios
y sin embargo estoy al margen.
Pocos abarcan lo que digo
y quien lo comprende
permanece quieto.
Kabir (1440-1518)
Cánticos a la esencia (versión Reynaldo Jiménez)
15.3.11
De la infinitud del deseo
Un ente finito -entregado a un deseo infinito- no admite proporción o unión con el deseo infinito. El deseo que tiene por objeto un fin sin fin, y que por consiguiente debe ser igualmente infinito, el apetito que sigue al vacío infinito y a la privación infinita no tiene como término un objeto cierto, definido y determinado, sino que aspira en medida semejante a un bien infinito e indeterminable. Si un deseo infinito tiene ante sí un objeto o un substrato finito, no podrá jamás saciarse; si no encontrara nada sería vano, pero si siempre encuentra un substrato finito y tal que no tenga nunca fin -de modo que por así decirlo pueda ser perennemente devorado- entonces eso que se presenta no cesará nunca de desaparecer, y aquello que desaparece no cesará nunca de presentarse. Del mismo modo una inteligencia finita y una voluntad finita tienen por objeto un bien infinito; en efecto, si pudieran comprenderlo todo y saciarse, no sería más un bien. Para ser siempre un bien deberá ser perennemente deseable, no deberá nunca saciar. Y por tanto, no estará nunca ausente del todo; si no se comunicase en absoluto, no sería de hecho completamente bien; ni estará del todo presente; sería entonces finitamente bueno y, por tanto, su bondad estaría determinada.
Giordano Bruno
La lámpara de las treinta estatuas
Giordano Bruno
La lámpara de las treinta estatuas
11.2.11
La verdad ausente
Sin duda no soy muy inteligente: en todo caso las ideas no son mi fuerte. Siempre me han decepcionado. Las opiniones más fundamentadas, los sistemas filosóficos más coherentes (los mejor elaborados), siempre me han parecido absolutamente frágiles, me han causado cierta repugnancia, insatisfacción, un molesto sentimiento de inconsistencia. De ningún modo doy por cierto los juicios que emito durante una discusión. Con los que no estoy de acuerdo, casi siempre me parecen también válidos; es decir, para ser exacto: ni más ni menos válidos. Se me convence, se me hace dudar fácilmente. Cuando digo que se me convence: es, si no de alguna verdad, por lo menos de la fragilidad de mi opinión. Además, la mayoría de las veces el valor de las ideas se me revela en razón inversa a la vehemencia con la que se emiten. El tono de la convicción (incluso de la sinceridad) se adopta, me parece, tanto para convencerse a sí mismo como para convencer al interlocutor, y más aún, quizás, para reemplazar la convicción. En cierto modo, para reemplazar la verdad ausente de los juicios emitidos. Esto es en realidad lo que pienso.
Así pues, en lo que respecta a las ideas como tales, considero ser la persona menos capaz, y no me interesan mucho. Sin lugar a dudas me dirán que esto también es una idea (una opinión)…pero, las ideas, las opiniones me parecen controladas en cada uno de nosotros por cualquier cosa que no sea el libre albedrío o el juicio. Nada me parece más subjetivo, mas epifenomenal.
Francis Ponge
El silencio de las cosas
7.2.11
Por una tierra sin sentido
Yo también estoy destrozado
a pesar de que (dentro de mis limitades posibilidades) visto correctamente,
me afeito todos los días, excepto los domingos,
visito mensualmente al peluquero y de vez en cuando al dentista,
lustro mis zapatos y desempeño con aplicación ciertos oficios irreales
tales como bibliotecario, profesor y jefe de familia.
Y aunque Rimbaud me pasma y admiro a Gotfried Benn,
quien dijo que el cerebro es nuestra tarea y nuestra maldición,
y soy capaz como cualquiera de entusiasmarme con la pampa
cuando viajo y exclamar: ¡qué increíble país!,
y no exhibo ninguna actitud filosófica original con respecto
al desgarramiento que significa la existencia,
yo también, mis amigos, yo también, les juro y aseguro,
yo también estoy destrozado.
Cuándo empezó a romperse todo en mí no sabría decirlo.
Posiblemente fue cuando vi llorar a mi abuelo por falta de trabajo
o cuando vi llorar a mi padre por el mismo motivo,
o cuando un capitán me trató de piojoso
o cuando vi apalear a mis amigos
por la simple razón de soñar en voz alta
o cuando vi una prímula en la hierba
o cuando vi el fantasma de una estrella de mar, seco en una vitrina.
No sabría decir cuándo empezó a romperse todo en mí,
cuándo fui destruído por una infinita desazón
cúando se puso amarga la belleza en mi copa
pero lo cierto, amigos,
y a pesar de que bajo determinadas condiciones me
conduzco de un modo bastante razonable,
yo también soy un hombre de los que arrastran sus pedazos
por una tierra sin sentido.
Raúl Gustavo Aguirre
La estrella fugaz, Libros de Tierra Firme 1984
(el poema es de 1970)
a pesar de que (dentro de mis limitades posibilidades) visto correctamente,
me afeito todos los días, excepto los domingos,
visito mensualmente al peluquero y de vez en cuando al dentista,
lustro mis zapatos y desempeño con aplicación ciertos oficios irreales
tales como bibliotecario, profesor y jefe de familia.
Y aunque Rimbaud me pasma y admiro a Gotfried Benn,
quien dijo que el cerebro es nuestra tarea y nuestra maldición,
y soy capaz como cualquiera de entusiasmarme con la pampa
cuando viajo y exclamar: ¡qué increíble país!,
y no exhibo ninguna actitud filosófica original con respecto
al desgarramiento que significa la existencia,
yo también, mis amigos, yo también, les juro y aseguro,
yo también estoy destrozado.
Cuándo empezó a romperse todo en mí no sabría decirlo.
Posiblemente fue cuando vi llorar a mi abuelo por falta de trabajo
o cuando vi llorar a mi padre por el mismo motivo,
o cuando un capitán me trató de piojoso
o cuando vi apalear a mis amigos
por la simple razón de soñar en voz alta
o cuando vi una prímula en la hierba
o cuando vi el fantasma de una estrella de mar, seco en una vitrina.
No sabría decir cuándo empezó a romperse todo en mí,
cuándo fui destruído por una infinita desazón
cúando se puso amarga la belleza en mi copa
pero lo cierto, amigos,
y a pesar de que bajo determinadas condiciones me
conduzco de un modo bastante razonable,
yo también soy un hombre de los que arrastran sus pedazos
por una tierra sin sentido.
Raúl Gustavo Aguirre
La estrella fugaz, Libros de Tierra Firme 1984
(el poema es de 1970)
26.1.11
Pessoa, Tabaquería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.
Álvaro de Campos
Versión de Miguel Ángel Flores
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.
Álvaro de Campos
Versión de Miguel Ángel Flores
20.1.11
Del sueño lúcido
¿Y si durmieses y, al dormir, soñases?
¿Y si, en tu sueño, fueses al cielo
y allí recogieses un extraña y bella flor?
¿Y si, al despertar, tuvieses la flor en tu mano?
Ah, ¿qué pasaría entonces?
Samuel Taylor Coleridge
What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed?
¿Y si, en tu sueño, fueses al cielo
y allí recogieses un extraña y bella flor?
¿Y si, al despertar, tuvieses la flor en tu mano?
Ah, ¿qué pasaría entonces?
Samuel Taylor Coleridge
What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed?
And what if, in your dream, you went to heaven
and there plucked an strange and beautiful flower?
And what if, when you awoke, you had the flower in your
hand?
Ah, what then?
15.1.11
La superioridad del día
La noche no posee el colorido de las cosas que su color
encubre: no vela el sueño de los hombres.
Nunca me atrajeron los oscuros tugurios
donde del mundo sensible no subsiste nada,
ni el humo, ni los ceniceros, que colaboran
volviendo al mundo
mundo ferviente de matices velados
de voces nítidas y sordas amenazas en la noche
porque no puede haber paz donde el azul se esconde.
Nunca me interesó la esencia enigmática de la tiniebla
ni las visiones nocturnas que en la sombra se agigantan
ni el arquetipo de los sueños
ni la divina extravagancia de los noctámbulos febriles
ni el poema solemne: lo trivial es más trivial allá abajo
sólo la luz es más luz.
El drama comienza con las primeras sombras
se encienden las luces y las fogatas
y hasta el más idiota vislumbra sus secretos.
No es una incógnita. El misterio nocturno se conocerá finalmente
pero la verdad del día quedará para siempre velada.
Odio la noche por su influencia milagrosa
por sus países dormidos o encantados
por la piedad de sus sueños piadosos.
Odio sus olores y todo lo que simbolizan
las voces errantes, los castillos tenebrosos
sus rostros contraídos, sus caminos ocultos
las estrellas incansables danzando nada en las negras aguas de la noche
la opalescencia dulce de los ambientes cerrados
las emociones naturales, las reacciones instintivas
los animales salvajes, olorosos, multiformes
las mariposas, los búhos, las hormigas:
todo aquello que de ella hemos hecho
y todo aquello que ella ha hecho con nosotros:
esa mensajería de los mundos sagrados
esa oda mística, esa dramática
esa épica prodigiosa de la noche.
Odio todo lo que no resplandece y se esfuma
y todo lo que huye temeroso de la sombra a la sombra.
Nunca más voy a volverme hacia la noche secreta, inefable y santa
a ese bálsamo delicioso que goteaba de su mano
a ese abismo entrevisto frente al cual me detenía
tan pobre y simple me parece ahora la sombra:
son más celestes los reflejos del sol sobre el mar
que el ojo infinito que la noche quiso abrir en mí
cuando todavía había tiempo.
Es necesario reconquistar los poderes perdidos, y para ello es preciso renegar
de toda la parte nocturna de mí mismo.
La noche no posee el colorido de las cosas que su color
encubre: nunca veló el sueño de los hombres.
Guillermo Piro
Correspondencia (La Bohemia 2002)
encubre: no vela el sueño de los hombres.
Nunca me atrajeron los oscuros tugurios
donde del mundo sensible no subsiste nada,
ni el humo, ni los ceniceros, que colaboran
volviendo al mundo
mundo ferviente de matices velados
de voces nítidas y sordas amenazas en la noche
porque no puede haber paz donde el azul se esconde.
Nunca me interesó la esencia enigmática de la tiniebla
ni las visiones nocturnas que en la sombra se agigantan
ni el arquetipo de los sueños
ni la divina extravagancia de los noctámbulos febriles
ni el poema solemne: lo trivial es más trivial allá abajo
sólo la luz es más luz.
El drama comienza con las primeras sombras
se encienden las luces y las fogatas
y hasta el más idiota vislumbra sus secretos.
No es una incógnita. El misterio nocturno se conocerá finalmente
pero la verdad del día quedará para siempre velada.
Odio la noche por su influencia milagrosa
por sus países dormidos o encantados
por la piedad de sus sueños piadosos.
Odio sus olores y todo lo que simbolizan
las voces errantes, los castillos tenebrosos
sus rostros contraídos, sus caminos ocultos
las estrellas incansables danzando nada en las negras aguas de la noche
la opalescencia dulce de los ambientes cerrados
las emociones naturales, las reacciones instintivas
los animales salvajes, olorosos, multiformes
las mariposas, los búhos, las hormigas:
todo aquello que de ella hemos hecho
y todo aquello que ella ha hecho con nosotros:
esa mensajería de los mundos sagrados
esa oda mística, esa dramática
esa épica prodigiosa de la noche.
Odio todo lo que no resplandece y se esfuma
y todo lo que huye temeroso de la sombra a la sombra.
Nunca más voy a volverme hacia la noche secreta, inefable y santa
a ese bálsamo delicioso que goteaba de su mano
a ese abismo entrevisto frente al cual me detenía
tan pobre y simple me parece ahora la sombra:
son más celestes los reflejos del sol sobre el mar
que el ojo infinito que la noche quiso abrir en mí
cuando todavía había tiempo.
Es necesario reconquistar los poderes perdidos, y para ello es preciso renegar
de toda la parte nocturna de mí mismo.
La noche no posee el colorido de las cosas que su color
encubre: nunca veló el sueño de los hombres.
Guillermo Piro
Correspondencia (La Bohemia 2002)
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