De la infinitud del deseo
Un ente finito -entregado a un deseo infinito- no admite proporción o unión con el deseo infinito. El deseo que tiene por objeto un fin sin fin, y que por consiguiente debe ser igualmente infinito, el apetito que sigue al vacío infinito y a la privación infinita no tiene como término un objeto cierto, definido y determinado, sino que aspira en medida semejante a un bien infinito e indeterminable. Si un deseo infinito tiene ante sí un objeto o un substrato finito, no podrá jamás saciarse; si no encontrara nada sería vano, pero si siempre encuentra un substrato finito y tal que no tenga nunca fin -de modo que por así decirlo pueda ser perennemente devorado- entonces eso que se presenta no cesará nunca de desaparecer, y aquello que desaparece no cesará nunca de presentarse. Del mismo modo una inteligencia finita y una voluntad finita tienen por objeto un bien infinito; en efecto, si pudieran comprenderlo todo y saciarse, no sería más un bien. Para ser siempre un bien deberá ser perennemente deseable, no deberá nunca saciar. Y por tanto, no estará nunca ausente del todo; si no se comunicase en absoluto, no sería de hecho completamente bien; ni estará del todo presente; sería entonces finitamente bueno y, por tanto, su bondad estaría determinada.
Giordano Bruno
La lámpara de las treinta estatuas
Giordano Bruno
La lámpara de las treinta estatuas