SILVIA DABUL


Silvia Dabul nació en Mendoza, se graduó como Licenciada en Piano en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Vive en Buenos Aires y es invitada regularmente a los principales ciclos y salas del país. Se ha presentado también en Uruguay, Paraguay, Sudáfrica, Francia y Alemania. Grabó dos CD con música para dos pianos y piano a cuatro manos (Clásica), la obra completa de Kim Helweg para dos pianos y percusión (Focus Recording), Parajes (IRCO), canciones de compositores argentinos sobre textos de su autoría y Mélanges (l´Empreinte digitale, francia). Trabaja como profesora de piano en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla.

Como poeta, publicó Lo que se nombra (Ediciones en Danza 2006), Cultivo de especias (Ediciones en Danza 2011). Ha sido incluida en diversas antologías.

Es autora del Diario del Otro Lado, publicación digital in progress de 20 cuadernos de sueños registrados desde 2012.


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12.5.14

Leyendo sin moverse del sitio

Imagina un poema que se inicia con una pareja 
que mira un valle, ve su casa, el prado 
de atrás con sus sillas de madera, sus trozos de verde sombreados, 
su cerca de madera, y más allá de la cerca el brillo ondulante de plata 
del estanque del lugar, su otro extremo enredado de mirto bermellón 
bajo la luz huidiza. Ahora imagina que alguien lee el poema 
y piensa: “No pensé que sería así”, 
y lo mete en un libro, mientras la pareja 
descuidada, siente que nada se pierde, ni el blanco 
destello de la cola de un pájaro carpintero que captura su vista, ni la leve 
agitación de las hojas en el viento distraen su mirada de la cúpula de madera 
de un cerro cercano donde el crepúsculo ya esparce su violeta. 
Pero el lector, que salió a dar un paseo en la noche de otoño, con todos 
los sonidos aprisionados de la naturaleza moribunda junto a él, olvida 
no sólo el poema, sino dónde está, y piensa en cambio 
en el opaco espejo veneciano del vestíbulo 
junto a una escalera circular, y en cómo las estrellas del espejo negro del cielo 
se hunden y el mar las apila en la playa como espuma. 
Tanto flota a la deriva en los cuartos siempre abiertos de otro lugar, 
no puede acordarse de quién era la casa, o cuándo estuvo allí. 
Imagina ahora que años más tarde se sienta bajo la lámpara 
y saca un libro del estante; el poema cae 
a su regazo. La pareja cruza un campo 
para llegar a la casa, todavía sienten que nada se ha perdido, 
que seguirán viviendo protegidos, encerrados
en la atmósfera ambarina del crepúsculo. Pero cómo podría saberlo el lector, 
sobre todo ahora que mete nuevamente al libro el poema, 
sin verlo, al libro donde el poeta mira fijamente las estrellas 
y dice a la hoja en blanco: “¿Dónde, Cielo, dónde estoy?” 

Mark Strand

Versión Elisa Ramírez Catañeda

20.4.14

La otra sintaxis

¿El universo, realmente comenzó? 
¿Es verdadera la teoría del Gran Estallido? 
Éstas no son preguntas, aunque suenen como si lo fueran. 
¿Es la sintaxis que requiere comienzos, desarrollos y finales en tanto declaraciones de hechos, la única 
sintaxis que existe? 
Ésa es la verdadera pregunta. 
Hay otras sintaxis. 
Hay una, por ejemplo, que exige que variedades de intensidad sean tomadas como hechos. 
En esa sintaxis, nada comienza y nada termina; 
por lo tanto, el nacimiento no es un suceso claro y definido, 
sino un tipo específico de intensidad, 
y asimismo la maduración, y asimismo la muerte. 
Un hombre de esa sintaxis, mirando sus ecuaciones, halla 
que ha calculado suficientes variedades de intensidad para decir con autoridad 
que el universo nunca comenzó 
y nunca terminará, 
pero que ha atravesado, atraviesa, y atravesará 
infinitas fluctuaciones de intensidad. 
Ese hombre bien podría concluir que el universo mismo 
es la carroza de la intensidad 
y que uno puede abordarla 
para viajar a través de cambios sin fin. 
Concluirá todo ello y mucho más, 
acaso sin nunca darse cuenta 
de que está meramente confirmando 
la sintaxis de su lengua madre. 

Carlos Castaneda
El lado activo del infinito

1.4.14

Hacia el ojo del dragón

Los sabios chinos de la antigüedad decían que para conocer el propio valor hay que escurrirse por el ojo del dragón -dijo, juntando los dos extremos del hilo.
Indicó que aquellos sabios estaban convencidos de que el reino infinito de lo desconocido se encuentra vigilado por un enorme dragón cuyas escamas resplandecen con luz cegadora. Según creían, los valientes que osan acercarse al dragón se atemorizan ante su fulgor deslumbrante, la potencia de su cola que con el más mínimo temblor tritura todo a su paso y el aliento ardiente que convierte en cenizas todo a su alcance. No obstante, dichos sabios también creían que existe una forma de pasar junto al inabordable dragón. Estaban seguros de que, al fundirse con el intento del dragón, es posible tornarse invisible y pasar por el ojo de la bestia.
-¿Qué significa eso, Clara? -pregunté. ‑Significa que por medio de la recapitulación podemos vaciarnos de pensamientos y deseos, lo cual para esos videntes de la antigüedad significaba hacerse uno con el intento del dragón y, por lo tanto, invisible.
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El arte del vacío fue la técnica practicada por los sabios chinos que querían pasar por el ojo del dragón. Hoy lo llamamos el arte de la libertad. Nos parece un mejor término, porque este arte realmente conduce a un reino abstracto en el que lo humano no cuenta.
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¿Qué me dices del grupo de personajes legendarios llamados los inmortales chinos? ¿No alcanzaron la libertad en el sentido que ustedes le dan?
-No en el sentido que nosotros le damos ‑replicó Clara‑. Para nosotros, libertad significa estar libre de la condición humana. Los inmortales chinos se quedaron atrapados en sus mitos de inmortalidad, de ser sabios, de haberse liberado, de volver a la Tierra para guiar a otros en su camino. Eran eruditos, músicos, dueños de poderes sobrenaturales. Eran justos y caprichosos, en forma muy parecida a los dioses griegos clásicos. Incluso el nirvana es un estado humano en el que la dicha significa liberarse de la carne.
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Conforme sigas recapitulando, se te aparecerá la entrada al reino donde lo humano no cuenta -prosiguió Clara‑. Esa será la invitación a pasar por el ojo del dragón. Eso es lo que llamamos el vuelo abstracto. De hecho implica atravesar un vasto abismo hasta un reino imposible de describir, porque el hombre no constituye su medida.

Taisha Abelar
Donde cruzan los brujos

25.1.14

Cuando fui pájaro

Me trepé al árbol de karaka 
y llegué hasta un nido hecho todo de hojas 
pero suaves como plumas. 
Inventé una canción que siguió cantándose sola 
y sin palabras, aunque se volvía triste al final. 
Había margaritas en el pasto bajo el árbol. 
Les dije, para ponerlas a prueba: 
"Les sacaré las cabezas de un mordisco 
para darles de comer a mis hijitos". 
Pero no creyeron que yo fuera un pájaro, 
y siguieron bien abiertas. 
El cielo parecía un nido azul con plumas blancas 
y el sol era la madre pájaro que lo mantenía tibio. 
Eso decía mi canción: aun sin palabras. 
Mi Hermanito llegó por el campo empujando su carretilla. 
Convertí mi vestido en alas y me quedé muy quieta. 
Y cuando estuvo cerca dije: "Pío, pío!" 
por un momento pareció sorprendido; 
luego dijo: "Bah, no sos un pájaro; se te ven las piernas". 
Pero las margaritas realmente no importaban, 
y mi Hermanito realmente no importaba; 
yo me sentía igual a un pájaro. 

Katherine Mansfield 

Versión: Cristina Negri

15.1.14

Al claro de luna, Yannis Ritsos


Esta casa me está ahogando
Pues la cocina es como el fondo del mar
Las cazuelas colgadas brillan como grandes ojos redondos de peces increíbles
Los platos se mueven lentamente como medusas
Algas y ostras se atascan en mi pelo –no puedo librarme de ellos después
No puedo subir a la superficie –la bandeja cae de mis manos muda 
Me derrumbo y veo las burbujas de mi aliento subiendo, subiendo 
E intento entretenerme mirándolas
Y me pregunto qué diría alguien que las viera desde arriba
Quizás que alguien se está ahogando
O que un buceador está explorando los fondos del mar…
Y, de verdad, no pocas veces descubro allí, en el abismo del ahogamiento
Corales y perlas y tesoros de naufragios
Encuentros imprevistos, del pasado, del presente y del futuro
Casi una comprobación de la eternidad
Un respiro, una sonrisa de inmortalidad, como dicen 
Una cierta felicidad, embriaguez, hasta entusiasmo… 
Corales, perlas, y zafiros; sólo que no sé darlos
No, los doy; sólo que no sé si pueden recibirlos… 
Yo sin embargo los doy
Déjame ir contigo

Yannis Ritsos
Sonata al claro de luna (fragmento)
Versión Dimitris Kyriakou

Poema completo

9.1.14

Éxodo


En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;
el que abre la mano
                                      y recibe la noche.



José Emilio Pacheco