SILVIA DABUL


Silvia Dabul nació en Mendoza, se graduó como Licenciada en Piano en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Vive en Buenos Aires y es invitada regularmente a los principales ciclos y salas del país. Se ha presentado también en Uruguay, Paraguay, Sudáfrica, Francia y Alemania. Grabó dos CD con música para dos pianos y piano a cuatro manos (Clásica), la obra completa de Kim Helweg para dos pianos y percusión (Focus Recording), Parajes (IRCO), canciones de compositores argentinos sobre textos de su autoría y Mélanges (l´Empreinte digitale, francia). Trabaja como profesora de piano en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla.

Como poeta, publicó Lo que se nombra (Ediciones en Danza 2006), Cultivo de especias (Ediciones en Danza 2011). Ha sido incluida en diversas antologías.

Es autora del Diario del Otro Lado, publicación digital in progress de 20 cuadernos de sueños registrados desde 2012.


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20.4.14

La otra sintaxis

¿El universo, realmente comenzó? 
¿Es verdadera la teoría del Gran Estallido? 
Éstas no son preguntas, aunque suenen como si lo fueran. 
¿Es la sintaxis que requiere comienzos, desarrollos y finales en tanto declaraciones de hechos, la única 
sintaxis que existe? 
Ésa es la verdadera pregunta. 
Hay otras sintaxis. 
Hay una, por ejemplo, que exige que variedades de intensidad sean tomadas como hechos. 
En esa sintaxis, nada comienza y nada termina; 
por lo tanto, el nacimiento no es un suceso claro y definido, 
sino un tipo específico de intensidad, 
y asimismo la maduración, y asimismo la muerte. 
Un hombre de esa sintaxis, mirando sus ecuaciones, halla 
que ha calculado suficientes variedades de intensidad para decir con autoridad 
que el universo nunca comenzó 
y nunca terminará, 
pero que ha atravesado, atraviesa, y atravesará 
infinitas fluctuaciones de intensidad. 
Ese hombre bien podría concluir que el universo mismo 
es la carroza de la intensidad 
y que uno puede abordarla 
para viajar a través de cambios sin fin. 
Concluirá todo ello y mucho más, 
acaso sin nunca darse cuenta 
de que está meramente confirmando 
la sintaxis de su lengua madre. 

Carlos Castaneda
El lado activo del infinito

1.4.14

Hacia el ojo del dragón

Los sabios chinos de la antigüedad decían que para conocer el propio valor hay que escurrirse por el ojo del dragón -dijo, juntando los dos extremos del hilo.
Indicó que aquellos sabios estaban convencidos de que el reino infinito de lo desconocido se encuentra vigilado por un enorme dragón cuyas escamas resplandecen con luz cegadora. Según creían, los valientes que osan acercarse al dragón se atemorizan ante su fulgor deslumbrante, la potencia de su cola que con el más mínimo temblor tritura todo a su paso y el aliento ardiente que convierte en cenizas todo a su alcance. No obstante, dichos sabios también creían que existe una forma de pasar junto al inabordable dragón. Estaban seguros de que, al fundirse con el intento del dragón, es posible tornarse invisible y pasar por el ojo de la bestia.
-¿Qué significa eso, Clara? -pregunté. ‑Significa que por medio de la recapitulación podemos vaciarnos de pensamientos y deseos, lo cual para esos videntes de la antigüedad significaba hacerse uno con el intento del dragón y, por lo tanto, invisible.
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El arte del vacío fue la técnica practicada por los sabios chinos que querían pasar por el ojo del dragón. Hoy lo llamamos el arte de la libertad. Nos parece un mejor término, porque este arte realmente conduce a un reino abstracto en el que lo humano no cuenta.
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¿Qué me dices del grupo de personajes legendarios llamados los inmortales chinos? ¿No alcanzaron la libertad en el sentido que ustedes le dan?
-No en el sentido que nosotros le damos ‑replicó Clara‑. Para nosotros, libertad significa estar libre de la condición humana. Los inmortales chinos se quedaron atrapados en sus mitos de inmortalidad, de ser sabios, de haberse liberado, de volver a la Tierra para guiar a otros en su camino. Eran eruditos, músicos, dueños de poderes sobrenaturales. Eran justos y caprichosos, en forma muy parecida a los dioses griegos clásicos. Incluso el nirvana es un estado humano en el que la dicha significa liberarse de la carne.
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Conforme sigas recapitulando, se te aparecerá la entrada al reino donde lo humano no cuenta -prosiguió Clara‑. Esa será la invitación a pasar por el ojo del dragón. Eso es lo que llamamos el vuelo abstracto. De hecho implica atravesar un vasto abismo hasta un reino imposible de describir, porque el hombre no constituye su medida.

Taisha Abelar
Donde cruzan los brujos