Wilfred Owen
Yo abracé libremente  las salvajes bellezas de este mundo. Por mi dicha muchos han reído  y de mi aflicción algo ha perdurado, algo que debe morir ahora. Me refiero a la verdad no dicha, el sufrimiento de la guerra,  el sufrimiento refinado de la guerra. Ahora los hombres irán satisfechos  con nuestros despojos o, descontentos, con sangre hirviente a ser derramada. Serán ágiles con agilidad de tigre. Ninguno de ellos romperá filas, aunque las naciones los aparten del progreso. Se aislarán en vano  de este mundo en decadencia  perdiéndose en ciudades desprotegidas. Entonces, cuando torrentes de sangre empantanen las ruedas de sus carruajes,  iré hacia ellos y los lavaré  con agua de pozos cristalinos. Buscaré para ellos una verdad  que nadie pueda hundir en el fango. Yo soy el enemigo que tu mataste,  mi amigo.  Te reconocí en la oscuridad. Tu mirada es igual a la de ayer, cuando tus ojos me atravesaron con su estocada. Quise defenderme... pero mis manos estaban renuentes y frías. Durma...