Iraq y poesía
TESTAMENTO DE UN AGONIZANTE ¡Silencio! Silencio de los cementerios en vuestras tristes calles. Yo clamo, grito, me lamento y en el silencio oigo la solemne nieve esparcida en la sombra donde se repiten unos pasos solitarios cuyo eco se traga la ciudad, como si una bestia de hierro y piedra devorara la vida y no quedara vida desde la tarde hasta el día. ¿Dónde está Iraq? ¿Dónde está el sol de sus mañanas, transportado por un navío sobre el agua del Tigris o del Buwayb? ¿Dónde están los ecos de los cantos que palpitan cual alas de palomas sobre las espigas y las palmeras, acudiendo desde cada casa al aire libre, desde cada colina que cubren las flores de las llanuras? Si muero, patria, no tengo mayor deseo que una tumba en tus tristes cementerios, y si me salvo, no quiero de la vida más que una choza en tu campo. Por tus desiertos infinitos, para protegerte de las desgracias, yo daría las calles y los barrios de Londres. Tal vez muera mañana: el mal corta sin contemplaciones la cuerda qu...