El espejo de estar por quedarte dormida huye al fin. En su huida retiene, de entre todas las imágenes, la del hombre vestido de atardecer.

Pasa, pasarán, entorna los ojos, no hacen más que sucederse, atravesar los años en el silencio de arena que de nuevo las rodea, acabarán por entregarte al anochecer.

El espejo es ahora tu postrer recuerdo, tu anochecer de durmiente. Así llegando, así abandonando como el ahogado de regreso a la costa, pones tu cuerpo a descansar sobre la arena.

Y todavía tienes tiempo de preguntarte por el hombre tumbado en el reflejo, desmayado, ahogado de recién, abriéndose paso por lugares donde siempre es de noche.


Arnaldo Calveyra
Apuntes para una reencarnación