Pese al agua que no se deforma ni se apaga nunca, pese a un río yendo a desembocar en tu sueño y ya ausentándose para ir a dar en otro, otros sueños. Pese al agua que no menciona nunca a nadie, pese al unísono de lugares de ese río, a los incontables afluentes de su alma a tu alma ofrecidos, pese al ojo en calma del espejo paseándose por el presente del cuarto, al "heme aquí" de la penumbra amontonándose de los libros. Desde uno de sus innumerables avatares, como en un sueño, le llega el rumor de lugares conocidos, de nochecitas por arbolar. Hombre volviéndose del color glauco de la hora, hombre que se firma oeste, hombre que conoce el río, sus costas cenagosas y oeste que llega aparentando luz. Arnaldo Calveyra (Apuntes para una reencarnación)