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Mostrando las entradas de 2011

Sor Juana

Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido; éste en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido: es un vano artificio del cuidado; es una flor al viento delicada; es un resguardo inútil para el hado; es una necia diligencia errada; es un afán caduco, y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada. Sor Juana Inés de la Cruz

La fuente subterránea

Capacidad de amar (Freud), capacidad de soñar (Winnicott), capacidad depresiva (Fédida); en todo esto veo un mismo origen: el hueco (prefiero esta palabra a "falta", convertida en verdadero objeto de culto). Todas estas capacidades solo tienen oportunidad de realizarse cuando uno acepta acercarse a ese hueco, a ese silencio y luego hundirse en él, corriendo el riesgo de rozar el abismo, pero con la esperanza de encontrar allí una fuente subterránea. J.B. Pontalis, Al margen de las noches (2011)

L'âge l'éclair la main et la feuille

La edad tiene manos de flecha la edad es una planta que habla como un pájaro desnudo y tiende trampas de luz El relámpago empuja una mano desnuda el relámpago habla de la edad sin ojos y saluda a las flechas desnudas que vienen del corazón del vacío La mano es blanca como una pluma de planta la mano es blanca como una hoja de pájaro la mano lleva una campana que duerme en el espacio mudo y se posa sobre un relámpago adormecido La hoja es un corazón mudo la hoja olvida que duerme habla como campana vacía y despierta a los pájaros blancos que cayeron en una trampa de edad las hojas intercambian ojos las hojas son blancas como la edad la luz y el espacio  Jean Arp (1887-1966) l'âge a des mains de flèche /l'âge est une plante /qui parle comme un oiseau nu /et tend des pièges de lumière l'éclair pousse sur une main nue / l'éclair parle de l'âge sans yeux / et salue les flèches nues /qui viennent du cœur du vide la main est blanche comme une plu

Saint Kabir

No soy piadoso ni malvado, no me atengo a la ley ni a los sentidos, no soy orador ni oyente, no soy sirviente ni amo; no soy esclavo ni gobierno, no me encadeno ni soy libre, no siento apego ni desapego. De nadie estoy cerca ni lejos.  No iré al cielo ni al infierno. Tengo todos los oficios y sin embargo estoy al margen. Pocos abarcan lo que digo y quien lo comprende permanece quieto. Kabir (1440-1518) Cánticos a la esencia (versión Reynaldo Jiménez)

De la infinitud del deseo

Un ente finito -entregado a un deseo infinito- no admite proporción o unión con el deseo infinito. El deseo que tiene por objeto un fin sin fin, y que por consiguiente debe ser igualmente infinito, el apetito que sigue al vacío infinito y a la privación infinita no tiene como término un objeto cierto, definido y determinado, sino que aspira en medida semejante a un bien infinito e indeterminable. Si un deseo infinito tiene ante sí un objeto o un substrato finito, no podrá jamás saciarse; si no encontrara nada sería vano, pero si siempre encuentra un substrato finito y tal que no tenga nunca fin -de modo que por así decirlo pueda ser perennemente devorado- entonces eso que se presenta no cesará nunca de desaparecer, y aquello que desaparece no cesará nunca de presentarse. Del mismo modo una inteligencia finita y una voluntad finita tienen por objeto un bien infinito; en efecto, si pudieran comprenderlo todo y saciarse, no sería más un bien. Para ser siempre un bien deberá ser perennemen

La verdad ausente

Sin duda no soy muy inteligente: en todo caso las ideas no son mi fuerte. Siempre me han decepcionado. Las opiniones más fundamentadas, los sistemas filosóficos más coherentes (los mejor elaborados), siempre me han parecido absolutamente frágiles, me han causado cierta repugnancia, insatisfacción, un molesto sentimiento de inconsistencia. De ningún modo doy por cierto los juicios que emito durante una discusión. Con los que no estoy de acuerdo, casi siempre me parecen también válidos; es decir, para ser exacto: ni más ni menos válidos. Se me convence, se me hace dudar fácilmente. Cuando digo que se me convence: es, si no de alguna verdad, por lo menos de la fragilidad de mi opinión. Además, la mayoría de las veces el valor de las ideas se me revela en razón inversa a la vehemencia con la que se emiten. El tono de la convicción (incluso de la sinceridad) se adopta, me parece, tanto para convencerse a sí mismo como para convencer al interlocutor, y más aún, quizás, para reemplazar la con

Por una tierra sin sentido

Yo también estoy destrozado a pesar de que (dentro de mis limitades posibilidades) visto correctamente, me afeito todos los días, excepto los domingos, visito mensualmente al peluquero y de vez en cuando al dentista, lustro mis zapatos y desempeño con aplicación ciertos oficios irreales tales como bibliotecario, profesor y jefe de familia. Y aunque Rimbaud me pasma y admiro a Gotfried Benn,   quien dijo que el cerebro es nuestra tarea y nuestra maldición, y soy capaz como cualquiera de entusiasmarme con la pampa cuando viajo y exclamar: ¡qué increíble país!, y no exhibo ninguna actitud filosófica original con respecto al desgarramiento que significa la existencia, yo también, mis amigos, yo también, les juro y aseguro, yo también estoy destrozado. Cuándo empezó a romperse todo en mí no sabría decirlo. Posiblemente fue cuando vi llorar a mi abuelo por falta de trabajo o cuando vi llorar a mi padre por el mismo motivo, o cuando un capitán me trató de piojoso o cuando v

Pessoa, Tabaquería

N o soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo. Ventanas de mi cuarto, De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién es (Y si supiesen, ¿qué sabrían?), Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente, A una calle inaccesible a todos los pensamientos, Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta, Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres, Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace blancos los cabellos de los hombres, Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de nada. Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad. Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir, Y no tuviese más hermandad con las cosas Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la calle La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida Dentro de mi cabeza, Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al

Del sueño lúcido

¿Y si durmieses y, al dormir, soñases? ¿Y si, en tu sueño, fueses al cielo y allí recogieses un extraña y bella flor? ¿Y si, al despertar, tuvieses la flor en tu mano? Ah, ¿qué pasaría entonces? Samuel Taylor Coleridge What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed? And what if, in your dream, you went to heaven and there plucked an strange and beautiful flower? And what if, when you awoke, you had the flower in your hand? Ah, what then?

La superioridad del día

La noche no posee el colorido de las cosas que su color encubre: no vela el sueño de los hombres. Nunca me atrajeron los oscuros tugurios donde del mundo sensible no subsiste nada, ni el humo, ni los ceniceros,  que colaboran  volviendo al mundo mundo ferviente de matices velados de voces nítidas y sordas amenazas en la noche porque no puede haber paz donde el azul se esconde. Nunca me interesó la esencia enigmática de la tiniebla ni las visiones nocturnas que en la sombra se agigantan ni el arquetipo de los sueños ni la divina extravagancia de los noctámbulos febriles ni el poema solemne: lo trivial es más trivial allá abajo sólo la luz es más luz. El drama comienza con las primeras sombras se encienden las luces y las fogatas y hasta el más idiota vislumbra sus secretos. No es una incógnita. El misterio nocturno se conocerá finalmente pero la verdad del día quedará para siempre velada. Odio la noche por su influencia milagrosa por sus países dormidos o encantados