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Mostrando las entradas de 2007

Poemas en el Diario

Estos poemas (y varios más) fueron publicados en el último Diario de Poesía (Nº 75). Cantos robados Sólo se escucha una música los viejos se miran las manos hablan cierran los ojos les brotan larvas de seda en los dedos que suben hasta las cuencas a deshacerles el rictus de congoja en esa curva profunda albergan lo que no cede al dolor treinta y tres veces los viejos despliegan las alas y se les vuela una música líneas sin descifrar en un idioma que habla de abluciones de ánforas dicen que con esos cantos bañan a los muertos y que por olvidar los secretos de los cadáveres desnudos los viejos reciben frutos de los árboles dones de sosiego en las alas Transiciones Para recuperar la paz apoyaba sobre las sienes suavemente las palmas sabía cómo postergar el equilibrio de un pequeño salto tras la delgada película yacía la estructura en reposo como una mujer saciada su ley vestía ropa de abrigo por cábala o estrategia usaba la máscara azul y oscura de un lago

El hálito de Inés

Imagen
(un nombre escrito queda escrito cuando todo se borra alrededor) Inés Pereira

La inteligencia de las flores

La vallisneria es una hierba bastante insignificante que no tiene nada de la gracia extraña del nenúfar o de ciertas cabelleras submarinas. Pero se diría que la naturaleza se ha complacido en poner en ella una hermosa idea. Toda la existencia de la pequeña planta transcurre en el fondo del agua, en una especie de semisueño, hasta la hora nupcial en que aspira a una vida nueva. Entonces la flor hembra desarrolla lentamente la larga espiral de su pedúnculo, sube, emerge, domina y se abre en la superficie del estanque. De un tronco vecino, las flores masculinas que la vislumbran a través del agua iluminada por el sol se elevan a su vez, llenas de esperanza, hacia la que se balancea, las espera y las llama en un mundo mágico. Pero a medio camino se sienten bruscamente retenidas: su tallo, manantial de vida, es demasiado corto; no alcanzarán jamás la mansión de luz, la única en que puede realizarse la unión de los estambres y del pistilo. ¿Hay en la naturaleza una inadvertencia o prueba más

Rodolfo Godino

Usa rostros cambiantes lo que desea tu oscurecimiento, lo que quiere uncirte a la flameante realidad. Ella brota del ojo gobernando un breve paraíso, espejo que entrega al amo sólo su ansiosa imagen. Lo que no eres, lo que te elude, lo que serás no flota en esa versátil, hambrienta dama. Ningún pacto con la bestia de misión oscura te llevará a ti mismo ni al seno del poema: aguarda a que él descienda y vuele porque su tránsito te hace incorruptible.

Mark Strand

En un campo soy la ausencia de campo. Siempre sucede así: dondequiera que esté soy aquello que falta. Si camino parto el aire mas siempre el aire vuelve a ocupar el sitio donde mi cuerpo estuvo. Todos tenemos razones para movernos: yo me muevo para mantener las cosas enteras. Traducción: Reynaldo Jiménez y Violeta Lubarsky

Un poema de "Cecilia" de Gamoneda

Yo estaré en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa; habré existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos. Pero también quiero permanecer desconocido en ti. Desconocido. Siempre envuelto en tu felicidad. Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente amado, esperar la desaparición. Aunque quizá estamos ya separados por un cabello de sombra y cada uno está en su propia luz y la mía es la que tú vas abandonando. De Cecilia de Antonio Gamoneda (Cecilia es la única nieta de Gamoneda, el libro es del 2004)

Zelarayán

La gran salina La locomotora ilumina la sal inmensa, los bloques de sal de los costados, los yuyos mezclados con sal que crecen entre las vías. Yo vacilo... y callo... porque estoy pensando en los trenes de carga que pasan de noche por la Gran Salina. La palabra misterio hay que aplastarla como se aplasta una pulga, entre los dos pulgares. La palabra misterio ya no explica nada. (El misterio es nada y la nada no se explica por sí misma.) Habría que reemplazar la palabra misterio (al menos por hoy, al menos por este "poema") por lo que yo siento cuando pienso en los trenes de carga que pasan de noche por la Gran Salina. La pera trepida en el plato. La miel se desespera en el frasco cerrado, para desesperación de las moscas que le acechan posadas al vidrio. Pero yo no me explico y hasta ahora nadie ha podido explicarme por qué me sorprendo pensando en la Gran Salina. Continuar la lectura aquí
Tres poemas de Lo que se nombra