SILVIA DABUL


Silvia Dabul nació en Mendoza, se graduó como Licenciada en Piano en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Vive en Buenos Aires y es invitada regularmente a los principales ciclos y salas del país. Se ha presentado también en Uruguay, Paraguay, Sudáfrica, Francia y Alemania. Grabó dos CD con música para dos pianos y piano a cuatro manos (Clásica), la obra completa de Kim Helweg para dos pianos y percusión (Focus Recording), Parajes (IRCO), canciones de compositores argentinos sobre textos de su autoría y Mélanges (l´Empreinte digitale, francia). Trabaja como profesora de piano en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla.

Como poeta, publicó Lo que se nombra (Ediciones en Danza 2006), Cultivo de especias (Ediciones en Danza 2011). Ha sido incluida en diversas antologías.

Es autora del Diario del Otro Lado, publicación digital in progress de 20 cuadernos de sueños registrados desde 2012.


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8.2.12

Anestesias

En mi infancia tuve que aprender a reprimir mis emociones espontáneas a las afrentas -reacciones como la rabia, la ira, el dolor o el miedo- por temor a un castigo. Más tarde, en mi etapa escolar, me sentía incluso orgullosa de mi capacidad de autocontrol y de mi contención. Creía que esta capacidad era una virtud, y esperaba verla también en mi primer hijo. 
Sólo cuando pude liberarme de esta actitud me fue posible entender el sufrimiento de un niño al que se le prohibe reaccionar de manera adecuada a las heridas y experimentar su forma de relacionarse con sus emociones en un entorno favorable, para que más adelante, en su vida, en vez de temer sus sentimientos encuentre en ellos una orientación. 
Por desgracia, a mucha gente le ha ocurrido y le ocurre lo mismo que a mí. De pequeños no se les permitió mostrar sus emociones, por lo que no las vivieron y más tarde las anhelaron. En la terapias algunos han conseguido encontrar sus emociones reprimidas y vivirlas, con lo que éstas se han transformado en sentimientos conscientes que la persona puede entender desde su propia historia, y ya no necesita temer. Sin embargo, otros han rechazado este camino porque no han podido o no han querido confiar a nadie sus trágicas experiencias. Son los que en la actual sociedad de consumo se encuentran como en casa. 
Es de buen tono no mostrar los sentimientos salvo en un estado excepcional, el producido tras el consumo de alcohol y drogas; de lo contrario, lo que gusta es ridiculizar los sentimientos (los ajenos y los propios). El arte de la ironía suele estar bien remunerado en el mundo del espectáculo y el periodismo; es decir, que incluso es posible ganar mucho dinero desde la supresión efectiva de los sentimientos. 
Es más, cuando uno, al fin, corre el peligro de perder por completo el acceso a sí mismo, de no funcionar más que con la máscara, con una personalidad falsa, recurre a veces a las abundantes drogas, alcohol y medicamentos que, precisamente con todo el dinero que ha ganado ironizando, tiene a su alcance. El alcohol ayuda a estar de buen humor, y las drogas, aún más fuertes, logran mayor eficacia. Pero como estas emociones no son auténticas, como no están ligadas a la verdadera historia del cuerpo, su acción es, a la fuerza, transitoria. Siempre se necesitan dosis más altas para llenar el hueco dejado por la infancia. 


Alice Miller
El cuerpo nunca miente